
Ese loro que Flaubert tomó prestado y colocó en su habitación para inspirarse durante la escritura de una de sus novelas. Ese loro que llegó a odiar al paso de unas pocas semanas ya que su mirada irritada - y disecada- no dejaba de mirarlo de manera constante.
Ese loro que ahora el autor de la novela descubre que bien podría ser uno u otro, puesto que en dos museos distintos se guardan dos loros distintos con el mismo aspecto irritante y los guardas de ambos museos afirman que se trata del loro original.
Todavía he avanzado muy poco en la novela, debo llevar leídas como 50 o 70 páginas y debería ponerme este fin de semana y darle un buen avance. No creo que tenga problemas con llegar a tiempo de la lectura del libro porque es una novela corta, pero no me he puesto todavía a leerlo. No es que la novela no me guste o no me atraiga, ya que apenas la he comenzado y creo que tiene pinta de mezclar los datos históricos y con la ficción y con ligeros toques de humor. Sin embargo, no me apetece nada ponerme con él. De hecho, en esta semana o en estos 10 últimos días me he leído No y yo (que me ha gustado), La selección (que no tiene final y no entiendo la fascinación con este libro) y he comenzado con Arsenio Lupín, caballero ladrón (que por ahora me parece demasiado predecible y un poco pomposo), todos ellos libros que me propuse para el reto de lectura de este año 2016 y no le he echado ni un vistazo por encima al pobre loro.
Espero que en unos días pueda subir la reseña y el sábado próximo subir la opinión del resto de las compañeras del club.
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